La desocupación y otras posiciones en el mercado laboral igualmente lamentables. Desagregación por regiones. 2003-2014



VIII Jornadas de Economía Crítica JEC - 3, 4 y 5 de septiembre de 2015 - Río Cuarto, Argentina


Resumen

 

La presente ponencia continúa un estudio expuesto en las Jornadas de Economía Crítica del año 2014, en la que se introdujo una medición estudiada por el Grupo de Estudio de la Coyuntura Económica y Social. Esta es la tasa de argentinos desesperados por el desempleo, que propone cuantificar al total de personas en las que se expresan del modo más crudo las deficiencias del mercado laboral (concretamente, el hecho de que el desempleo debe medirse de una forma más abarcativa en sí mismo –encontramos inadecuado el criterio que establece en el mínimo de una hora trabajada a la condición de ocupación utilizada- y el de que es generador de otras posiciones en el mercado laboral igualmente aberrantes). De esta forma, se tiene por objetivo computar el número de personas adicionales a las abiertamente desocupadas que revista en las siguientes categorías:

1) los “infraocupados”, palabra que se utiliza para diferenciarla del concepto de “subocupado”, que refiere a trabajadores que no llegan a las 35 horas semanales. El infraocupado es un ocupado que, queriendo trabajar más, no llega a las 12 horas a la semana.

2) los ocupados que trabajan jornadas de una duración importante (30 horas o más) obteniendo ingresos insignificantes, inserción laboral que se asume sólo se acepta por tener el ocupado ante sí (y tras de sí) un panorama claro de desempleo total.

3) los desocupados “desalentados”, quienes tras buscar trabajar sin éxito se retiran momentáneamente de la oferta laboral, quedando así escondidos entre la población inactiva.

En esta ponencia se procederá a desagregar esta tasa por región (AMBA, Pampeana, NEA, NOA, Cuyo, Patagónica) con vistas a la identificación más detallada del peso de la problemática en general y de sus componentes en particular. Se trabajará utilizando como fuente las bases de microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC (continua, en vigencia desde mediados de 2003), obteniendo los totales de personas en cada categoría/región mediante la construcción de programas informáticos ad-hoc, los que se ofrecen en anexo. Pese al antecedente –del que se extraen criterios sobre los años clave a considerar en el período 2003-204-, puede considerarse a esta como una ponencia en la que se expresan los resultados de una primera aproximación al fenómeno por parte del autor.


 

Introducción al trabajo

Este trabajo se presenta como continuidad de un estudio que fuera expuesto en la edición 2014 de las Jornadas de Economía Crítica en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de La Plata. El mismo muestra los resultados de un análisis realizado por el autor en calidad de integrante del Grupo de Estudios de la Realidad Económica y Social.

El mismo se propone contribuir a la comprensión de la evolución del mercado laboral argentino, focalizándose en la población que se encuentra en las peores posiciones dentro del mismo, que hemos dado en llamar “argentinos desesperados por el desempleo”.

Este contingente no remite, por lo menos no exactamente, a una idea del tipo “tasa de desocupación ampliada”; sino que más bien pretende reflejar el hecho de que la existencia de un nivel importante de subutilización de la capacidad de la fuerza de trabajo nacional genera una masa considerablemente mayor de personas que pasan a estar directamente afectadas por el mismo.

Existen muchos motivos para emprender un estudio de estas características, quizá el primario y que más acuerdos despierte entre los cientistas sociales es el de colaborar en el diagnóstico de uno de los principales y más graves problemas de la sociedad; en procura de mejorar el diseño e implementación de políticas públicas que le den solución. El autor quisiera, retomando un planteo de la presentación anterior, subrayar un móvil secundario. El mismo es el de sumar una voz al planteo sobre la necesidad de problematizar la forma en la cual se construyen las estadísticas públicas; planteo de largo recorrido histórico que hoy se haya totalmente desvirtuado por la catástrofe del INDEC.

 

 

“Lo urgente no deja tiempo para lo importante”

La reflexión de Mafalda luego de que unos operarios le aclararan que el pozo que cavaban no era para llegar a las raíces de lo nacional sino que estaban buscando un escape de gas puede aplicarse al problema mentado. El corazón del sistema estadístico argentino, el INDEC, se encuentra en un estado deplorable. Es muy ilustrativo al respecto el libro elaborado desde dentro por trabajadores del organismo que heroicamente han denunciado por años cómo se desvirtuó la información producida en el mismo (ATE-INDEC, 2007). En el mismo se comienza por el tema del cálculo del IPC, pero explica cómo los problemas no quedaron compartimentados allí sino que pronto se difundieron por numerosos rubros, algunos impactados de forma directa por el cómputo de la inflación minorista (cálculo de la canasta alimentaria, y con ella las líneas de indigencia y pobreza, cómputo de algunos componentes del PBI), y otros que no tenían relación aparente con aquel (la realización del Censo Agropecuario de 2008, la distribución funcional del ingreso, cuentas sobre energía, grandes empresas y grupos económicos, entro otros).

De esta forma, muchas series estadísticas tomaron valores absurdos. Como se ejemplificara en el escrito referido (Fernández y Krebs, 2014, pp. 2-4) al momento de su última medición, en el tercer trimestre de 2013, la canasta alimentaria se valuó en 255 pesos. Tal canasta consta de 27 ítems, y en realidad 255 pesos acaso no alcanzaban a esa fecha a comprar siquiera uno de ellos (la carne, que propone un consumo por hombre adulto de 6,27 kg/mes). Ahora bien, rehecha la cuenta con precios más verificables podría estimarse que la línea de pobreza en el primer trimestre de 2015 para una familia de 4 integrantes (dos adultos y dos niños) sería de alrededor de $4.800, harto mayor que la que medía el INDEC hasta que dejó de hacerlo aduciendo unos supuestos “problemas de empalme” generados por la aparición de un nuevo índice inflacionario (IPC-NU en reemplazo del IPC-GBA) que hasta el momento en que se escribe esta ponencia estarían irresueltos.

El cómputo del INDEC fue permanentemente impugnado desde el descarrilamiento de las estadísticas oficiales allá por enero de 2007, y con justicia se exige que las canastas que hacen a los cálculos de pobreza y de indigencia se valúen (se vuelvan a valuar) a precios que en alguna medida coincidan con la realidad. Y con seguridad que la recuperación de esta información será ciertamente un avance en lo que hace a la conciencia que se tiene de la magnitud de los problemas sociales sobre los que tratan los datos perdidos. Sin embargo (y éste es el punto subsidiario que se desea remarcar) la situación a la que se ha llegado en mi opinión incuba la amenaza opuesta, que es la de la idealización de las metodologías previas. En el caso del cálculo del índice de pobreza, en el último informe oficial se llegó a la cuenta de que solamente el 3,7% de los hogares del país se considerarían pobres (con valores fuera de todo rango en algunos aglomerados urbanos como Santa Rosa o la Rioja, con sólo el 0,2% de pobres –INDEC, 2013). Medidas las cosas de acuerdo a la forma en que se venía haciendo la fórmula daría datos mucho más altos, lo que nos permitiría comprender la evolución reciente de esta realidad. Sobre todo, de las tendencias del problema: la proporción de la población en esta situación aumenta o disminuye. No obstante, si bien el ojo entrenado comprende que la función fundamental de un indicador es la de comprender tendencias, resulta lo más corriente en la difusión de la información el exaltarla como valor absoluto (“¿Cuántos pobres hay?”). Y allí el indicador muestra sus principales limitaciones: medir la pobreza “correctamente” equivaldría a cuantificar la cantidad de familias de cuatro personas (ejemplo típico) que disponen de un ingreso mayor a los $4.800. Aún sin pagar por el alquiler de la vivienda… ¿no encontramos harto insuficiente semejante presupuesto?

El cálculo de “pobreza” (el original, previo a las manipulaciones posteriores a 2006) sería de suyo uno construido de tal forma que presenta una imagen más benigna de la situación social en el país. Tan viciado el dato hoy, el temor que mueve estas reflexiones introductorias es que por recuperar la serie perdida, queden relegadas las impugnaciones que existían a aquella metodología original (Moreno, 2005).

Con el caso de la tasa de desocupación pasa algo similar. La variable fue en su momento construida de forma tal que, en términos absolutos, permite cuantificar a la población que revista en uno de los estados más extremos que se pueda concebir, dado que cuentan como “ocupadas”: “las personas [mayores de 10 años] que durante el período de referencia realizaron algún trabajo de al menos una hora, hayan recibido pago (en dinero o en especie) o no por dicha actividad”. INDEC (2011, p. 1).[2]

Como se señalara en el trabajo precedente (Fernández y Krebs, 2014), desde diferentes perspectivas se han postulado aproximaciones a un problema que es ciertamente mucho más complejo y abarcativo (Giosa Zuazua, 1999), lo que da lugar a los diversos estudios que se realizan sobre la población en una deficiente situación laboral. Aquí vamos a ver analizadas muchas características de la población que revista como ocupada: la informalidad, la precariedad (Salvia y Tissera, 2000; Labrunee y Gallo, 2005), la carga horaria de trabajo, el nivel de la remuneración (Weller, 2005), problemas y desigualdades de género (Halperin Weisburd, 2011), de edad (Beccaria, 2005) o regionales (Lindemboim y Salvia, 2002; Lindemboim y González, 2002). Y esto sin entrar en otros temas más complejos como son situaciones de empleo insatisfactorio debidas a una sobrecalificación para el puesto de trabajo ocupado, o las consecuencias de estas magnitudes en la distribución funcional del ingreso (Kennedy y Sánchez, 2013; Graña y Kennedy, 2010).

Este escrito presenta la continuación de los estudios que realizamos desde GERES para llegar a una medida que, además de permitir entender la evolución del problema del desempleo, ayude a una cuantificación de la población afectada por la existencia del desempleo, uno de los más poderosos disciplinadores sociales que obliga a situaciones de empleo desesperado ante la perspectiva de no poder obtener ingresos en absoluto. En el siguiente apartado detallamos la construcción de la “tasa de argentinos desesperados por el desempleo” y se resumen brevemente los resultados para el total del país que obtuvimos en el escrito precedente. Posteriormente se analiza su apertura regional, valor agregado del presente trabajo.

 

 

La “Tasa de Argentinos Desesperados por el Desempleo” (TADD)

Se reitera el concepto: no se propone aquí algo que podría denominarse “tasa de desempleo ampliada”; por lo menos no exactamente. La idea propuesta es la de cuantificar al conjunto de connacionales que aparece más directamente afectados por la existencia del desempleo, el que puede descomponerse en dos: por una parte, aquel subconjunto de los individuos que sí compondrían una “desocupación ampliada” –se agregan a los desocupados (variable Desoc) quienes están ocupados con una carga horaria mínima y los llamados “desalentados”-; por otra, el de aquellos argentinos que ocupan puestos de trabajo en condiciones tales de carga horaria y nivel salarial que se asume que lo hacen ante el hecho de que la única alternativa que encuentran disponible a semejante ubicación en el mercado laboral es el desempleo abierto. Ampliando estos conceptos, la Tasa de Argentinos Desesperados por el Desempleo se compone de:

 

1) Los infraocupados (Infra). Este concepto es diferente del de “subocupación” del INDEC, que comprende a aquellos encuestados que trabajan menos de 35 horas semanales queriendo trabajar más. Aquella definición engloba casos muy diversos, incluidos aquellos que han trabajado cumpliendo solamente alguna breve “changa”, que son los que queremos estudiar aquí. El infraocupado lo definimos como aquel que ha trabajado (considerando todas sus ocupaciones) un máximo de 12 horas semanales, un tope medio de 2 horas diarias en 6 días hábiles –y que manifiesta su deseo de estar empleado más tiempo. El criterio de las 12 horas es, a su vez, uno que restringe a la tercera parte la exigencia horaria del INDEC para la subocupación.

 

2) Los desocupados desalentados. El cálculo de las tasas de desempleo y de actividad entiende que un desempleado sólo es tal si está activamente intentando ubicarse. Varios estudiosos del mercado laboral han señalado la existencia de un segmento de personas que en el período de referencia han desistido de la búsqueda pero no por no necesitar trabajar sino por estar abatidos ante un persistente resultado negativo en el intento (Pok, 1996; Reta y Toler, 2006). Estadísticamente este conjunto de personas se incorpora a la parte inactiva de la población, cuando bien podrían computarse como desocupados. Existe en la EPH una pregunta que de forma directa interpela al inactivo sobre este particular, al admitirse como causales de la no búsqueda de empleo a “se cansó de buscar” y “hay poco trabajo en esta época del año”.[3] Esta sería una manera de captar a los desocupados desalentados, o a veces llamados “escondidos dentro de los inactivos”. Otra manera es considerar una ampliación del período de referencia para la búsqueda activa de trabajo por parte del entrevistado. Así, también se puede aproximar al total de desalentados considerando a los inactivos que buscaron activamente trabajo en los últimos doce meses.[4] A los individuos que revistan en estas dos categorías los llamaremos desocupados desalentados “A” (DesA) y desocupados desalentados “B” (DesB) respectivamente.

 

3) Los ocupados carne de cañón (OCC). Dentro de los ocupados, son aquellos que trabajan jornadas de carga horaria muy considerable por un salario grotescamente bajo.[5] El concepto incluye los casos en que el empleado trabaja al menos 30 horas semanales por un salario de menos de 1.350 pesos (constantes del 4to trim de 2012) al mes -10 pesos la hora como máximo, que eran aproximadamente dos dólares al cambio oficial en ese momento base.[6] Esto considerando la totalidad de las ocupaciones del ocupado carne de cañón. Se reitera: el supuesto aquí es que nadie aceptaría este tipo de relación laboral si no fuera por tener ante sí (y probablemente tras de sí) un panorama claro (y desesperante) de desempleo abierto.

 

Lógicamente que la inclusión de los “desalentados” (en sus dos modalidades) fuerza a una corrección de lo que es la Población Económicamente Activa (PEA), referencia necesaria para el cálculo de las proporciones. En las bases EPH la PEA es la suma de ocupados y desocupados, aquí debe considerarse que deben importarse de entre los inactivos a esta parte de la fuerza laboral. De esta forma, el cálculo de las TADD (versión “A” y versión “B”) queda:





El gráfico 1 expone el cómputo de la TADD (en su versión “B”), permitiendo apreciar la evolución de sus distintos componentes (2004-2014).

 

 

Del mismo se siguen varias conclusiones generales. En primer lugar, se puede apreciar la magnitud que en el presente (al menos, hasta el último trimestre de 2014) adquiere el fenómeno. La tasa de argentinos desesperados por el desempleo abarca al 18,3% de la PEA (la tasa “A” es del 17,3%), siendo alrededor de 2,6 veces la tasa de desempleo que estima INDEC. Considerando el coeficiente que aplica el Ministerio de Economía (2014) para estimar la cantidad de personas desocupadas en el total de aglomerados urbanos del país en base a la muestra de la EPH, se puede concluir que el total de argentinos desesperados por el desempleo ronda los 2,9 / 3,1 millones de personas (y esto sin considerar la situación del sector rural, a todas luces proporcionalmente peor dadas las múltiples situaciones de trabajo estacional y las remuneraciones por debajo de la media).

Se observan en el gráfico 3 períodos notablemente diferentes. Por una parte, la reducción a paso acelerado de todos los componentes y la tasa global respecto del período de crisis aguda del año 2002 (fuera de gráfico, las TADD eran aún más altas). Este subperíodo llega hasta el año 2008, año en que se frena para subir algún escalón en 2009 con el crecimiento del desempleo que implicó aquel año la gran crisis internacional. Luego de esto, la baja de la tasa se hace notablemente más suave, para detenerse hacia 2011-2012, oscilando desde entonces en torno al 18%. Debe notarse también que esta disminución se logra casi completamente debido a un componente, que es el de los Ocupados Carne de Cañón: si nos limitásemos a la “tasa de desempleo ampliada” (desocupados + infraocupados + desalentados), ya en un año tan lejano del presente como lo es 2008 la evolución positiva cesa. Por cierto que este componente es el que explica, como reverso, el incremento en la TADD en 2014: la inflación que trajo el “ajuste” de este año (devaluación de la moneda, incremento de tarifas reguladas por el estado y de las tasas de interés de referencia) convirtió estadísticamente a un relevante número de actividades en “ocupaciones carne de cañón”.

Aquí sin embargo debe notarse algo importante, que es que la estabilidad en la tasa de desempleo entre 2013 y 2014 es un dato muy cuestionable: en un año con destrucción de empleo, la tasa no sube por un comportamiento inexplicable de la tasa de actividad, que llega durante 2014 a valores muy bajos. La sospecha es que la base no está reflejando correctamente la realidad y nuevos desocupados están pasando por inactivos.

Volviendo al hilo argumental, la propuesta de este escrito es la de descomponer esta serie por región geográfica. Se toman para esto las 6 grandes divisiones que propone la propia base de datos (variable REGION, INDEC, 2003, p. 5): Gran Buenos Aires, NOA, NEA, Cuyo, Pampeana y Patagonia. El peso específico de cada una de ellas se ilustra en el gráfico 2.

En la construcción de las series se considera el segundo trimestre de cada año. Como anexo se ofrece al lector el programa mediante el cual se procesó la información de las bases de microdatos de la EPH (es un archivo .do para stata).

 

 

 

 

El Área Metropolitana de Buenos Aires: la mitad más uno.

Con el 51% de la población muestreada por la EPH, lo que ocurre en la megápolis ciertamente le da forma a la evolución global de las variables estudiadas.

 

 

Luego de la abrupta baja de las TADDs hasta el año 2008, a partir de entonces se detiene en el área del 19/21% entre ese año y 2010 (gráfico 3). Luego del escalón adicional que desciende en 2011 el nivel queda estancado con algún repunte en el final. En cuanto a la composición de la variable, el gráfico 4 ilustra lo que considero tres años bisagra: 2008, 2011 y 2014.

 

 

Todas las subtasas estudiadas bajan entre 2008 y 2011 (si bien, como se apuntara leyendo el cuadro XX, a un ritmo mucho menor que en los primeros años de la década), en especial la de los ocupados carne de cañón, que bajan del 34% al 30% del total de la población involucrada en estas categorías). En reversa, salvo el desempleo abierto (aunque hay que recordar la impugnación que existe sobre esta variable en el último corte) todas la categorías aparecen subiendo en la comparación 2011/2014, destacándose los infraocupados (pasan del 18 al 21%).

Evolución muy similar tiene lo que es la región pampeana. Los gráficos 5 y 6 exponen la información en idéntica forma a la del AMBA, constatándose que las situaciones de desempleo abierto eran algo mayores en estos aglomerados y que el empeoramiento en 2014 es más acusado.

 

 

 

Se aprecia comparando los gráficos 4 y 6 que las proporciones de los componentes son similares, con preponderancia del desempleo abierto (es el 42-44% del total de población desesperada por el desempleo), que varía más violentamente en la comparación trienal. Es de notar asimismo que la infraocupación avanza en una proporción fuerte en el último tramo analizado.

 

 

El Norte argentino y los ingresos paupérrimos

En este apartado exponemos los datos referentes al NOA y al NEA. Los gráficos 7 y 8 exponen la situación del mercado laboral en la primera de estas regiones.

 

 

 

 

La evolución tiene marcadas diferencias respecto de la que caracteriza a las regiones centrales del país. La TADD es notablemente más elevada, pese a verificarse una tasa de desempleo abierto menor. La divergencia se encuentra en el componente de “Ocupación Carne de Cañón”, que se erige en el principal componente de la tasa estudiada, incluyendo a más del 50% del total de personas medidas por la TADD. Esto no encuentra otra explicación que el deprimido nivel salarial en las provincias norteñas o, más precisamente, la magnitud que adquiere aquí el escalón base de la pirámide de ingresos: considérese que para el segundo trimestre de 2014, el ingreso límite de la categoría era de solamente 2.122 pesos al mes.[7]

El noreste presenta los mismos fenómenos, pero de forma exacerbada. Los gráficos 9 y 10 ilustran al respecto. La TADD es comparable a la del AMBA, pero en coexistencia con la tasa de desempleo abierto más baja del país (esto, por cierto, es producto de una tasa de actividad característica alarmantemente reducida, fenómeno sobre el que aquí no indagamos): la Tasa de Argentinos Desesperados por el Desempleo multiplica así por entre 4,4 y 6 veces a la de desempleo.

 

 

 

Sin grandes explicaciones a esto en la “tasa de infraocupación” o la de “desaliento” –incluso alrevés, son considerablemente menores a la media nacional-, la enorme diferencia pasa por la ocupación carne de cañón, que representa aproximadamente el 70% de la población registrada por la TADD (es el 14,4% de la PEA regional tanto en 2011 como en 2014).

La región de Cuyo comparte a grandes rasgos estas mismas características. Los gráficos correspondientes son el 11 y el 12. Nuevamente se observa la disminución de las tasas de forma importante y brusca hasta 2007, para experimentar variaciones leves en los cuatro años siguientes hasta llegar al estancamiento que caracteriza al período que va desde 2011 en adelante (con un empeoramiento particularmente importante en 2014).

 

 

También encontramos aquí que la TADD es un múltiplo elevado de la tasa de desocupación (entre el 370% y el 440% en el gráfico 12), nuevamente producto del enorme peso que adquiere la “tasa de ocupación Carne de Cañón”: es el 51% de la TADD tanto en 2008 como en 2014. Era el componente que se había reducido hacia 2011 (44%), y si bien empeoran todos los indicadores en la comparación 2011/2014 este es el que tanto en términos absolutos como relativos más se agrava en el crítico 2014.

 

 

Patagonia

Finalmente, la despoblada región sur (4% de la población de referencia de la EPH) presenta características muy propias (si bien dentro de las tendencias globales que marcaron a la dinámica del empleo en todo el país). La tasa de desempleo y las dos versiones de la TADD son menores históricamente que la media nacional, hecho particularmente notable en la primera parte de la serie analizada. Por otra parte, el freno en los cambios positivos (disminución de las tasas) puede decirse que termina tan temprano como en 2007.

 

 

El componente fundamental lo aporta el desempleo abierto (y también es el que más varía en las comparaciones anuales), mientras que las ocupaciones carne de cañón ocupan el menor espacio de entre todas las PEA regionales (también la “tasa de infraocupación” es de las más bajas de la nación).

 

 

Resumiendo

El gráfico 15 sintetiza la información procesada a lo largo del artículo, exponiendo las diferencias en cuanto a nivel y composición en las tasas de argentinos desesperados por el desempleo regionales.

 

 

Si bien en las regiones ubicadas en el norte del país este hecho es particularmente notorio, en todas las regiones se registra el dato fundamental de que la TADD es muy superior a la tasa de desempleo. El componente principal, sin mella en los alarmantes niveles de infraocupación, es el de la ocupación carne de cañón, la proporción respecto de la PEA de connacionales empleados por largas jornadas a cambio de sueldos aberrantes. Considerando el coeficiente de expansión al total de la población urbana del país, revistaban en esta categoría a mediados de 2014 1,23 millones de personas. El cuadro 1 expone las cantidades que dan lugar a las distintas tasas.

 

Cuadro 1. "Población desesperada por el desempleo", según subcategoría y región. Total urbano. II-2014.

GBA

NOA

NEA

Cuyo

Pampeana

Patagonia

TOTAL

Desocupado

672.388

102.060

22.954

53.908

353.885

41.366

1.246.561

Infraocupado

358.870

53.645

7.353

29.436

144.726

13.145

607.176

Desalentado B

140.777

28.647

6.040

36.075

60.843

9.470

281.851

"Desocupación ampliada"

1.172.035

184.352

36.347

119.420

559.454

63.980

2.135.588

Ocupados carne de Cañón

525.917

193.833

102.494

122.536

259.608

26.729

1.231.117

Total población desesperada por el desempleo

1.697.952

378.185

138.841

241.956

819.062

90.709

3.366.705

Fuente: elaboración propia en base a Microdatos EPH-INDEC y Ministerio de Economía (2014).

 

La que a título provisional podría denominarse “desocupación ampliada” (personas totalmente desocupadas, trabajadores desalentados y quienes queriendo trabajar más no lograron emplearse más de 12 horas a la semana –los infraocupados) afecta a 2.135.000 individuos. Sumando los ocupados carne de cañón totalizamos casi 3,4 millones de argentinos desesperados por el desempleo.

Y este cómputo hace un poco al objetivo del trabajo planteado al inicio. Eventualmente el INDEC será normalizado y la Argentina volverá a tener estadísticas construidas con sensatez… sensatez que probablemente se corresponda con el retomar las series de datos hoy desfiguradas. Series de datos que registraban previamente a todo este largo episodio pertinentes críticas, siendo de mi particular interés y motivo de reflexión aquellas que cuestionaban que la elaboración de estos indicadores cumple el rol de presentar una imagen muy edulcorada respecto de la amargura de lo real. En este caso puntual el criterio que establece que con 60 minutos de trabajo a la semana una persona está ocupada.

Esta ponencia (y una antecesora) han sido realizadas con el ánimo de contribuir a este debate; y propone establecer una medición que dé cuenta no sólo de la carencia absoluta de empleo sino de otras situaciones igualmente penosas e indicadoras de la infrautilización de la capacidad de trabajo del país.

 

 

Anexo: el programa para trabajar con la base INDEC

El autor ofrece al lector el programa que empleó para trabajar con las bases de microdatos de la EPH. Resaltado en amarillo está el único punto que debe ser corregido para cada trimestre, que es el monto de ingresos que define la pertenencia a la ocupación carne de cañón.

 

 

* TASA DE ARGENTINOS DESESPERADOS POR EL DESEMPLEO

 

* POBLACION DESEMPLEADA (ABIERTA)

 

table estado region, c(sum pondera) f(%15,0fc) row

 

* (de allí surge el total de personas desocupadas, y la tasa

* es dividirlo por la suma de desoc +ocupados)

 

* INFRAOCUPADOS

 

gen infraocupado=1 if (pp3e_tot+pp3f_tot)<13 & (pp3e_tot+pp3f_tot)>0 & pp03g!=2

 

table infraocupado region, c(sum pondera) f(%15,0fc) row

 

* las variables pp3e_tot y pp3f_tot son las horas trabajadas en ocupación

* ppal y secundaria. pp03g es si se desea trabajar mas horas

 

* OCUPADOS CARNE DE CAÑON

 

gen ocupadocarne =1 if (pp3e_tot+pp3f_tot)>29 & (p21+tot_p12)<2122

 

table ocupadocarne region, c(sum pondera) f(%15,0fc) row

 

* DESALENTADOS

 

*desalentados A

 

gen desalentado_A=1 if (pp02e==3 | pp02e==4) &estado==3

 

table desalentado_A region, c(sum pondera) f(%15,0fc) row

 

* desalentados B

 

gen desalentado_B=1 if pp02h==1 & estado==3

 

table desalentado_B region, c(sum pondera) f(%15,0fc) row

 

 

Bibliografía

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Weller, J. (2005). “Problemas de empleo, tendencias subregionales y políticas para mejorar la inserción laboral”. En CEPAL: Serie Macroeconomía del desarrollo, n° 40.

 



[1] Grupo de Estudios de la Realidad Económica y Social. Investigador en el CIEA, FCE-UBA/CONICET.

[2] Asimismo, también son ocupados “las personas que tienen una ocupación pero que no estaban trabajando temporalmente durante el período de referencia y mantenían un vínculo formal con su empleo. Integran este grupo los ocupados que no trabajaron en la semana, por vacaciones, licencia por enfermedad u otros tipos de licencias, suspendidos con pago y ausentes por otras causas laborales (mal tiempo, averías mecánicas, escasez de materias primas, etc.) con límite de tiempo de retorno. Se incluyen también dentro de esta categoría de ocupados a las personas que tenían un negocio o empresa y no trabajaron por causas circunstanciales durante el período de referencia”. INDEC (2011, p. 1).

[3] Es la variable “PP02E” de las bases de microdatos (INDEC, 2003, p. 17).

[4] Surge de la variable “PP02H” de las bases de microdatos (INDEC, 2003, p. 17).

[5] “Carne de cañón: 2. f. coloq. Gente ordinaria, tratada sin miramientos”. Real Academia Española, www.rae.es.

[6] Son $2.542 del primer trimestre de 2015, último dato a la hora de cerrar esta ponencia. Para este cálculo se toma como deflactor hasta el final de 2006 al IPC-GBA. A partir de la intervención del INDEC en enero de 2007 y la subestimación de la inflación que la misma está ejecutando desde entonces, las fuentes que se consideran (promediándolas) son el IPC de San Luis –para todo el período que lleva de 2007 a la actualidad-, el IPC de la provincia de Santa Fe (para el lapso que llega hasta julio de 2011, momento en que deja de construir autónomamente su indicador y pasa a enviar los datos que recopila su Dirección Provincial de Estadística al INDEC para que allí sean “procesados”), el IPC de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (relativamente reciente, sólo ofrece al público una serie desde setiembre de 2012) y el así llamado “IPC Congreso”, que es el promedio de consultoras privadas que en su momento recibieron fuertes multas por difundir información (por parte de la Secretaría de Comercio en tiempos en que fuera dirigida por Guillermo Moreno) y que optaron por transmitirla a ciertos diputados (de la oposición política) para que se haga pública.

[7] Queda para futuros estudios el incorporar alguna medida sobre el nivel de precios absolutos en las distintas regiones; suele afirmarse que en el norte los precios al consumidor son más baratos que en el AMBA, a su vez inferiores a los de la Patagonia.