RESUMEN EJECUTIVO - I TRIMESTRE 2015


La economía argentina se encuentra sumida en una situación de estancamiento que se prolonga desde mediados de 2011. Al fugaz repunte del primer semestre de 2013 -luego del bajón experimentado en 2012- sobrevino rápidamente un nuevo enfriamiento de la actividad que derivó en recesión el año pasado, siendo la industria y el comercio los sectores que lideraron el retroceso. Por el lado de la demanda agregada, en 2014 el consumo privado disminuyó por primera vez en la era “K” (hecho reconocido por el propio INDEC), la inversión se redujo fuertemente (-5,6% según el organismo estatal), mientras que las exportaciones registraron una merma del -11,9%, la mayor desde la crisis de 2009.

Durante los primeros tres meses de 2015 se atenuó la tasa de caída anual del indicador de actividad IGA, con una suba respecto del trimestre previo. Otros indicadores frenaron su caída o mostraron un leve repunte, como fue el caso del consumo y la inversión, respectivamente; la construcción insinuó cierta mejora. Por el contrario, la producción industrial retrocedió por sexto trimestre consecutivo; del mismo modo, las exportaciones volvieron a disminuir vertiginosamente (-15,6%), debido principalmente a una baja de los precios (-12,0%) y, en menor medida, de las cantidades (-4,0%).

En cuanto a la situación del mercado laboral, las paritarias de 2015 definirán si el ajuste sobre los sueldos verificado en 2014 queda convalidado (quizá profundizándose) o los asalariados logran recomponer el ingreso perdido. Dada la magnitud de la caída de 2014 (-6,7% en el sector privado) puede estimarse que será muy difícil que todo acuerdo por debajo de un 35% reponga el salario real a su nivel de 2013. Especialmente grave es la situación de los empleados públicos, que en 2014 tuvieron incrementos nominales muy por debajo de la media. El conflicto se da en un mercado laboral que está estancado hace años (y que evita un mayor deterioro en esta fase sólo por la creación del abaratado empleo público civil), con una tasa de desempleo que puede calcularse (considerando una tasa de actividad verosímil) en el 8,9% de la PEA –y creciendo- y una tasa de empleo descendiendo al nivel más bajo de los últimos 9 años. Por su parte, la tasa de argentinos desesperados por el desempleo calculada por GERES –que considera a la población que se ubica en las áreas más calamitosas del mercado de trabajo- asciende en casi 2 puntos porcentuales, ubicándose en torno al 18% de la PEA.

En el plano fiscal, durante el primer trimestre los recursos tributarios marcaron una suba del 30% anual, mientras que el gasto primario se incrementó al 40% anual. Como resultado de esta dinámica el resultado primario ajustado –sin incluir rentas de la propiedad- arrojó un déficit de $ -45.673 millones (empeorando en $ -26.645 con relación igual período de 2014). Esta mayor brecha fiscal se financió con un notable incremento de la emisión monetaria y nuevas colocaciones de deuda pública al sector privado

Para lo que resta de 2015, el panorama dista de ser auspicioso; el ritmo de la actividad económica continuará fuertemente condicionado por el estrangulamiento del sector externo, es decir, por la insuficiencia en el ingreso de divisas para afrontar simultáneamente las transferencias de capital al exterior, la demanda de divisas para ahorro, los vencimientos de deuda, y los pagos de importaciones de bienes y servicios que demandaría una reactivación de nuestra dependiente economía, en particular, de la industria.

En un marco de déficit en las cuentas externas que se extiende desde 2011, y luego de una serie de parches (“cepo” cambiario, restricciones a las importaciones) que por sí solos fracasaron para contener la situación, en 2014 el gobierno finalmente recurrió a la vieja receta de inducir una recesión mediante un ajuste de corte ortodoxo (devaluación, suba de la tasa de interés, recorte del salario real, entre otras medidas), principalmente a fin de reducir importaciones y moderar así la sangría de reservas. En paralelo, mientras “ganó tiempo” con la recesión y las restricciones, desde fines de 2013 su estrategia apuntó a la búsqueda de financiamiento externo. Con ese objetivo hizo los “deberes” con el mercado financiero internacional (arreglos en el CIADI, pago a Repsol y acuerdo con el Club de París), pero en el medio eclosionó el conflicto con los fondos buitres, que dejó al país en una situación de cesación de pagos parcial. Así fue que el gobierno se orientó a profundizar su “alianza estratégica e integral” con China, firmando una serie de polémicos convenios con el país asiático que le brindan excepcionales condiciones de privilegio para sus inversiones locales, a cambio de convertirlo en una especie de prestamista de última instancia de la Argentina. Como parte del nuevo endeudamiento, el gobierno también ha colocado un bono (ampliación del BONAR 24) a tasas costosas en el mercado y tomado deuda a través de YPF.

Esta urgida búsqueda de financiamiento externo se da en un contexto de reservas “propias” muy bajas. Si bien el combo de recesión y endeudamiento ha permitido recomponer el nivel de las mismas (al 31 de abril se ubicaban en casi U$S 34.000 millones), una vez que se descuentan los encajes de los depósitos privados, pasivos de corto plazo y otros conceptos de carácter transitorio (entre los dos últimos, deuda con los Bancos Centrales de China y Francia, DEGS, obligaciones con Organismos Internacionales, y los pagos de bonos que no pudieron ser cobrados por sus acreedores a causa del fallo de Griesa), las reservas “netas” totalizarían unos U$S 15.000 millones. Más aún, si se incorpora al cálculo el pago atrasado de importaciones que denuncia la Cámara del sector (unos U$S 3.500/U$S 5.000 millones), la cuenta disminuye hasta un crítico nivel de aproximadamente U$S 10.000/U$S 11.500 millones.

En segundo lugar, la citada búsqueda se verifica en el medio de una sostenida debacle de las exportaciones (llevan siete trimestres consecutivos de caída y, de los últimos doce, sólo uno de ellos arrojó un aumento), que este año se prolongará debido al desplome del precio de los granos y de las cantidades vendidas de productos industriales, afectadas por la recesión que padece Brasil y la creciente apreciación cambiaria; también incide el derrumbe del precio del petróleo (aunque éste permite aliviar el resultado deficitario del saldo energético). Por otro lado, este año los vencimientos de deuda en moneda extranjera ascienden a unos U$S 12.000 millones (debe considerarse un probable intento de refinanciamiento del BODEN 2015, con vencimiento en octubre por unos U$S 6.200 millones).

En consecuencia, difícilmente se obtenga el flujo de dólares suficiente para poder financiar una reactivación de la economía este año, a menos que el gobierno esté dispuesto a resignar reservas hasta niveles delicadamente bajos. En ese sentido, la señal oficial de intentar imponer un techo a las paritarias en torno al 27% tiende a validar la actual situación de estancamiento de la economía en los niveles de 2011.

En suma, se va consolidando un nuevo ciclo de endeudamiento externo, en un marco de creciente apreciación cambiaria generada por la elevada inflación en dólares. El objetivo del gobierno es poder soltar un poco las riendas de las importaciones, y moderar así el ajuste y el retroceso de la economía en el presente año electoral, aunque priorizando la estabilidad cambiaria y el nivel de las reservas en detrimento de la demanda y de la actividad económica.