RESUMEN EJECUTIVO - I TRIMESTRE 2016



En sintonía con la historia económica de nuestro país, se verifica nuevamente en la actualidad el hecho de que las recesiones locales suelen ser, a diferencia de lo que ocurre en otras latitudes, particularmente inflacionarias. El camino seguido por el gobierno para enfrentar la crítica situación de la balanza de pagos y de las cuentas públicas incluyó una batería de medidas que alimentaron las fuertes alzas de precios: devaluación de la moneda, incremento de tarifas de servicios públicos y otros precios regulados, baja de impuestos a las exportaciones de materias primas (como el maíz, insumo de primer orden en la producción de alimentos) y la pronunciada elevación de las tasas de interés de manera tal que, pese a que por un lado es parte de la ejecución de una política monetaria contractiva, también genera fuertes sobrecostos al sector productivo. Así, la inflación volvió a colocarse por encima del 40% anual, evolución que profundizará el retroceso del salario real este año, de no mediar muy importantes luchas –y triunfos- por mantener el poder adquisitivo del sueldo. Entre noviembre y marzo el salario real acumuló una pérdida promedio del -8,4%, siendo que el sueldo del empleado público resultó especialmente licuado; sin contar aún en dicha pérdida los calamitosos meses de abril y mayo. Esta situación de recesión y baja salarial impacta en la fórmula que actualiza los haberes jubilatorios y la AUH, completando un cuadro general que limita seriamente el poder adquisitivo de esos sectores de la población.

En este informe presentamos el Indicador Sintético de Actividad GERES (ISAG), que pretende reflejar la evolución del nivel general de la actividad económica. En el primer trimestre del año el ISAG observó una disminución del -0,8% respecto del trimestre previo y del -1,8% con relación a igual período de 2015, estimación que marca una profundización del cuadro recesivo. Esto en un contexto de estancamiento prolongado de la economía que se extiende desde 2011.

En primer lugar, continuó el retroceso de la actividad industrial, habiéndose generalizado a la mayoría de las ramas. La producción automotriz nuevamente registró la peor caída, arrastrada por el sostenido derrumbe de las ventas a Brasil, exacerbándose aún más la prolongada crisis que atraviesa el sector. Se trató del undécimo trimestre consecutivo de descenso de la producción, que en los últimos doce meses se retrotrajo hasta un nivel similar al que observaba en 2009, en plena crisis económica mundial. También registraron bajas significativas la rama siderúrgica, minerales no metálicos y la metalmecánica. Por el contrario, se produjo un extraordinario salto en la molienda de soja, dado el incentivo que generó en el sector la devaluación y la reducción de retenciones a la oleaginosa.

Asimismo, se retrajo fuertemente la construcción, revirtiéndose el buen desempeño que había exhibido durante gran parte de 2015, afectada por el freno de la obra pública, pero también por la declinación de la inversión privada en el sector.

Por el lado de la demanda agregada, disminuyó drásticamente el consumo privado, según se desprende de la evolución de todos los indicadores relevados, siendo el corolario casi obvio del abrupto recorte que padeció el poder adquisitivo de los salarios y demás ingresos en ese lapso, producto del salto inflacionario. Asimismo, los datos disponibles sugieren que la inversión bruta interna -supuestamente la gran apuesta del gobierno- aún se mantiene débil.

Como correlato del retroceso de la actividad económica se ha verificado desde diciembre una enorme cantidad de despidos. El grueso de las bajas correspondió al sector privado (130.000) -especialmente en la construcción- y cerca de 50.000 se produjeron en el sector público, tanto nacional (40%) como subnacional (60%).

En el plano fiscal, tanto los ingresos (30%) como los gastos (28%) aumentaron -en términos nominales- muy por debajo de la inflación (40%). La recaudación de IVA-DGI acusó una fuerte caída en términos reales (-8%), arrastrada por la retracción del consumo interno, en tanto la baja de retenciones erosionó la recaudación por derechos de exportación (-10% real). Si bien durante el primer trimestre del año se aplicó un fuerte ajuste en varias partidas del gasto, en particular subsidios y obra pública, esto no redundó en una mejora del resultado fiscal primario, que registró un déficit de casi 50.000 millones de pesos.

La política monetaria del gobierno, a la luz del “legado” K, se ha edificado principalmente en función de la salida del cepo: brusco salto de la moneda nacional con la intención de alcanzar la unificación cambiaria y reducir las presiones en el mercado de cambios; gigantesca acumulación de LEBACs por parte del BCRA para absorber el excedente monetario; suba de tasas de interés con el doble propósito de morigerar la adquisición de divisas y contener la escalada de precios; intensificación del endeudamiento externo para pagar a los “fondos buitres”, habilitar la salida de divisas, y a su vez, intentar apuntalar el nivel de reservas internacionales. Estos son los principales ejes de la gestión de Sturzenegger, con el objetivo de engranarse con la política de ajuste de la economía que lleva adelante el gobierno macrista. No obstante, resulta alarmante que el agresivo accionar del BCRA –con el riesgo de propiciar un déficit cuasi-fiscal este año– aún no logre mantener a raya la inflación.

En suma, el combo de medidas de ajuste del gobierno macrista, que profundizaron el camino seguido por el kirchnerismo en 2014, impactaron de lleno en el consumo, contribuyendo a agudizar la recesión que atraviesa la economía local. Mientras tanto le pagó a los fondos buitres y ha hecho enormes concesiones a las mineras con la eliminación de lo poco que tenían de retenciones; a las empresas petroleras con la sostenida suba local del precio de los combustibles a contramano de la evolución del precio del petróleo a nivel mundial; y a las cerealeras, terratenientes y grandes productores agrarios con la eliminación generalizada de retenciones –reducción para la soja- y la devaluación, entre otros sectores ampliamente beneficiados.

Para lo que queda de 2016 el panorama continúa siendo poco alentador. Asistimos a una sensible caída del salario real y por ende del consumo, y a un parate de la inversión del sector público que impacta negativamente sobre la construcción, en tanto la inversión privada permanece débil. Esto en un contexto de persistente insuficiencia de divisas por el canal exportador, que posiblemente mantenga el saldo comercial en terreno negativo este año, y de un gigantesco déficit fiscal, parte de la herencia de la gestión kirchnerista. Este cuadro de situación conduce a una inexorable caída de la actividad económica en el acumulado del año.

La fantasía oficial acerca de una recuperación en el segundo semestre ha quedado atrás casi por completo y recientemente Macri ha estirado el plazo para dentro de un año. Según el nuevo relato, parte de las expectativas de recuperación se sustentan en futuras inversiones extranjeras que vendrían a crear “empleos de calidad”. Pero la historia demuestra que las inversiones extranjeras -al menos las de magnitud relevante- suelen ingresar a países como la Argentina bajo enormes condiciones de privilegio, y lejos de implicar una afluencia neta de fondos, éstos se generan fundamentalmente mediante la apropiación de recursos preexistentes internamente y en la acumulación realizada en el mercado local, a la vez que el dinero efectivamente ingresado se destina generalmente a la compra de medios de producción al abastecedor extranjero y no a la industria nacional. En el mejor de los casos podrán implicar un ingreso de divisas en el corto plazo que contribuya a aliviar las cuentas externas y constituir un impulso a la actividad en algunas ramas de la economía. Pero tarde o temprano dichas empresas transfieren al exterior montos muy superiores a los ingresados originalmente, en función de sus planes de expansión global, a menos que se les concedan sin cesar nuevos privilegios que les hagan preferir la reinversión de sus ganancias en el país por algún tiempo más, agravando la magnitud de la salida de divisas en un plazo algo más prolongado. La realidad es que la única estrategia oficial por el momento consiste en intensificar el camino del endeudamiento externo, lo cual lleva a agudizar la dependencia económica, agravando con ello la magnitud de los problemas de las cuentas externas a futuro.