RESUMEN EJECUTIVO - III TRIMESTRE 2013



En el tercer trimestre del año se observa un enfriamiento en la actividad económica, luego del importante repunte que había exhibido el trimestre anterior. Pasó el impulso del agro -con el rebote en la cosecha de soja, respecto de la sensible caída en la campaña previa- y la producción automotriz se estancó. En este marco, también se frenó la recuperación de la actividad industrial; además del sector automotriz, la mayoría de las ramas cayeron o tuvieron aumentos discretos en términos interanuales. La construcción mantuvo el repunte, pero con una significativa desaceleración en el fuerte ritmo de crecimiento que venía teniendo, mientras que la intermediación financiera continúa exhibiendo un importante dinamismo, siendo el sector de mayor crecimiento en lo que va del año. Por el lado de los componentes de la demanda, la inversión detuvo su recuperación, mientras que el consumo mostró una mejora, según se desprende de la evolución del IVA DGI, aunque en el acumulado del año aún mantiene un aumento leve.

Si se considera la evolución del PIB desestacionalizado abarcando un período más amplio, se aprecia que la economía se encuentra sumergida en una situación de relativo estancamiento -con caídas y rebotes transitorios- hace ya dos años. Si bien en el segundo trimestre de este año observó un repunte significativo, este duró poco, y ya en el tercero se frenó la recuperación de la actividad. Como sostuvimos en el informe anterior, dicho repunte tenía pocas chances de prolongarse en el tiempo; se trató mucho más de un rebote respecto a la caída que había experimentado la actividad económica en igual período de 2012 que de un crecimiento genuino.

La evolución del empleo se encuentra muy vinculada al desempeño de la actividad económica, especialmente desde el momento en que el Sector Público retrocede en su rol como generador de puestos de trabajo: de una participación significativa en 2012 –que contrarrestó la caída en la ocupación que se produjo en el sector privado formal en ese año-, pasó a representar sólo el 30% de los nuevos empleos registrados hacia mediados de 2013. De esta forma, las tendencias generadas por la estructura productiva se expresan más linealmente: el rebote de la actividad del primer semestre no llega a revertir pero sí alcanza a frenar el aumento del desempleo y del subempleo, que en el segundo trimestre del año comenzaron a mostrar tasas de crecimiento interanuales nulas.

El dato del tercer trimestre pareciera arrojar todavía un avance respecto a aquella situación, al registrarse un desempleo del 6,8%, el guarismo más reducido desde fines de 2011. Sin embargo, el mismo se da en simultáneo a un descenso en la tasa de empleo, dualidad que se explica por una reducción en la tasa de actividad. Los tres fenómenos son fundamentalmente explicados por lo ocurrido en los partidos que componen el Gran Buenos Aires. Esta baja de la actividad no puede ser explicada aduciendo un crecimiento del salario medio que posibilite un retiro voluntario del mercado de trabajo por parte de familiares de un ocupado, dado que en términos nominales el mismo no logró superar a la inflación minorista acumulada, que se acelera desde la caducidad del acuerdo de precios que rigiera hasta junio (el congelamiento de una canasta con 500 productos desde entonces no ha tenido ninguna eficacia, y la tasa de inflación anualizada del tercer trimestre se ubica en el 30%). La explicación de la fuerte baja del desempleo pareciera estar vinculada a cierto factor “desaliento”, personas que desisten de la búsqueda de trabajo al no encontrar en ella ninguna perspectiva de éxito (o, tal vez, a cierto retoque por parte del INDEC). Mientras tanto, la “tasa de argentinos desesperados por el desempleo” que calcula GERES se sitúa 9,7 puntos porcentuales por encima del dato oficial de desempleo abierto, llegando al 16,9% de la PEA en el segundo trimestre del corriente año.

En el plano fiscal, en el tercer trimestre se acentuó la tendencia expansiva verificada en el primer semestre del año. El aumento del gasto obedeció fundamentalmente al incremento de la obra pública y a las mayores transferencias en subsidios destinados al sector energético. La aplicación de una política fiscal expansiva, en un marco donde la recaudación tributaria neta de rentas de la propiedad se mantiene constante, resulta en un incremento del déficit fiscal que es financiado con mayor emisión monetaria. De esta manera, el resultado fiscal libre de “maquillaje” –excluyendo los recursos provenientes de rentas de la propiedad- se deterioró un 77% en los primeros nueve meses del año y cerraría el 2013 con un déficit que se ubicaría en torno al 4% del PIB.

En cuanto al sector externo de la economía, en el tercer trimestre el saldo comercial disminuyó un 38,5% anual; así, entre enero y septiembre de 2013 acumula una merma del 30% anual. Esto se explica fundamentalmente por el fuerte deterioro del saldo comercial energético, cuyo déficit superaría este año los 6.000 millones de dólares.

La caída del excedente comercial plantea serios inconvenientes con relación al manejo de las cuentas externas, debido a que actualmente es la fuente casi exclusiva de divisas de la economía, teniendo que financiar los restantes rubros de la cuenta corriente (todos deficitarios, entre ellos el creciente rojo del turismo), así como el déficit de la cuenta financiera, los cuales lo exceden con creces. El resultado de esta situación es la brusca caída que observan las reservas internacionales, que en los primeros nueve meses del año derraparon U$S 8.549 millones; desde el inicio de 2011 hasta septiembre de este año, la sangría se elevó a nada menos que U$S 17.500 millones. Aunque la estrategia represiva de la demanda de dólares -cepo cambiario, restricciones a las importaciones y a la remisión de utilidades- evitó un derrumbe mayor, las medidas implementadas a su vez afectaron negativamente otros canales de ingresos de dólares. Por otro lado, la maniobra de contención de divisas excluye el pago de la deuda pública en moneda extranjera, siendo una de las principales causas de la caída en las reservas. La política de pago de deuda con reservas genera fuertes interrogantes en torno al nivel que alcanzarán las mismas, teniendo en cuenta que en los próximos dos años se debe afrontar el vencimiento de alrededor de U$S 16.000 millones de deuda en moneda extranjera (sin incluir pago del cupón PBI en 2015).

De ahí la necesidad del gobierno de proteger el saldo comercial, imponiendo trabas a las importaciones, que han tenido un efecto negativo sobre la actividad económica, dada la fuerte dependencia del sector industrial de insumos y tecnología importada. El problema es que estas restricciones no se han tomado en el marco de una política de sustitución de importaciones y desarrollo de la industria nacional -sobre una base que intente ser en lo fundamental independiente- sino que son medidas cortoplacistas, forzadas por la necesidad de divisas. Esta situación revive la discusión sobre la llamada “restricción externa”, entendida como un estrangulamiento de la balanza de pagos que deriva en una fuerte pérdida de reservas, lo cual limita la capacidad de pago de las importaciones. En este marco, no se vislumbra un salto exportador de relevancia para el próximo año, que permita relajar el déficit de la balanza de pagos. El volumen de dólares que dejará la próxima cosecha será a lo sumo similar al de 2013, y las exportaciones de combustibles continuarán derrapando; el único factor que podría contrarrestar esto serían las exportaciones de productos industriales, lo cual parece poco probable, teniendo en cuenta el débil crecimiento que exhibe Brasil (principal importador de nuestro país). En consecuencia, y en virtud de las últimas señales enviadas (arreglos en el CIADI, pago a Repsol, créditos del Banco Mundial, reapertura del canje de deuda, entre otros), la esperanza del gobierno estaría volcada sobre la cuenta financiera, ya sea por endeudamiento público o privado, inversión extranjera o repatriación de capitales. Además, el gobierno ha acelerado notablemente la tasa de devaluación del peso –en el tercer trimestre alcanzó en promedio un 23% anual- para intentar contrarrestar, aunque sea parcialmente, la creciente apreciación cambiaria que genera la inflación, con el costo social que esto implica en términos de retroalimentación de la misma y el consecuente impacto en el poder adquisitivo del salario.

En lo que refiere a la evolución de los agregados monetarios, el límite de los adelantos transitorios y la abrupta caída en la adquisición de dólares por parte del Banco Central moderaron el ritmo de expansión primaria del dinero. De este modo, el crecimiento de la base monetaria se desaceleró significativamente, repercutiendo en una menor liquidez en el sistema bancario, y en consecuencia, en una suba en la tasa de interés.

En suma, el estrangulamiento de la balanza de pagos (la llamada “restricción externa”), es decir, la insuficiencia en el ingreso de divisas para cubrir simultáneamente el aumento de las importaciones (industriales y de combustibles), las transferencias de capital al exterior y el pago de la deuda externa, sin tener que experimentar una sangría de reservas, se constituye como un condicionante fundamental de la economía nacional, imponiendo un techo muy bajo al crecimiento para 2014.