RESUMEN EJECUTIVO - III TRIMESTRE 2014



Durante el tercer trimestre de 2014 se profundizó la recesión que atraviesa la economía argentina desde fines del año pasado. La contracción de la actividad económica se explicó principalmente por el desempeño negativo de la industria, la construcción y el comercio. En el caso de la industria no sólo se acentuó su caída sino que ésta se ha generalizado a prácticamente todas las ramas, aunque continuó siendo liderada por el desplome de la producción automotriz. Por el lado de la demanda agregada, se agudizó notablemente la caída del consumo privado, variable que cerrará el año con un retroceso por primera vez en la era kirchnerista; también se acentuó la retracción de la inversión. Por su parte, las exportaciones experimentaron nuevamente una drástica disminución (-11% anual), debido en lo fundamental a una merma en las cantidades vendidas.

La recesión continúa expresándose en el deterioro del mercado laboral, realidad que va a contramano de la crónica negacionista que narran los funcionarios a cargo de estos problemas. Comparando los terceros trimestres de 2013-2014, se observa una destrucción de alrededor de 200.000 empleos; lo que se traduciría en una suba del desempleo de casi dos puntos (aproximadamente al 8,7% de la Población Económicamente Activa -PEA- en el tercer trimestre de 2014) si el INDEC no informara un absurdo descenso récord de la tasa de actividad. La tasa de argentinos desesperados por el desempleo, medición de GERES, ha pasado del 18,3% al 19,9% de la PEA (considerando segundos trimestres, último dato). Este cuadro adverso para los trabajadores se complementa con una sensible disminución del salario real. El ritmo inflacionario –que acumula un 40% en los últimos 12 meses- ha superado los acuerdos paritarios, imponiendo para empleados registrados del sector privado una pérdida del poder adquisitivo de -7,1% (considerando los valores de los terceros trimestres de 2014/2013), que resulta mayor en el caso de los empleados estatales (-10%).

El gasto público mantuvo en el tercer trimestre un aumento similar (+44%) al observado durante el primer semestre del año. Al mismo tiempo la recaudación tributaria se expandió un +33%, muy por debajo tanto de la evolución del gasto como de la inflación interanual calculada por GERES.Esta evolución dispar entre ingresos y gastos arrojó un déficit fiscal primario -neto de rentas de la propiedad- de $ 47.000 millones durante el tercer trimestre, acumulando $ 96.600 millones en los primeros nueve meses del año. El creciente déficit fiscal se cubrió con mayor emisión monetaria y nuevas colocaciones de deuda pública.

Las reservas cerraron el tercer trimestre con un nuevo descenso (U$S -1.413 millones), luego del repunte que habían exhibido en el trimestre previo. Debe destacarse que en la actualidad las reservas han vuelto a incrementarse ligeramente, ayudadas por ingresos de carácter transitorio (entre ellos, la activación de dos tramos del swap con China por unos U$S 1.300 millones y préstamos que corresponderían al Banco de Francia).

El tipo de cambio oficial exhibió una suba relativamente leve (+4,1%) a lo largo del trimestre, aunque sostuvo una tasa de depreciación anual del +48,6%, debido a la fuerte devaluación de principios de año. En paralelo, la inflación galopante ha ido erosionando nuevamente el tipo de cambio real, que al fin del trimestre se ubicaba apenas un +3% por encima del nivel vigente con anterioridad al salto devaluatorio de enero.

Como analizamos a principios de este año, el conjunto de medidas de ajuste adoptadas por el gobierno (devaluación, suba de tasas de interés, recorte en términos reales de jubilaciones, techo bajo a las paritarias, ajuste de tarifas, aumento del precio del transporte y de los combustibles, entre las más importantes) impactaron negativamente sobre el consumo y la inversión, contribuyendo a profundizar notablemente la recesión que se estaba configurando en la economía argentina. Se trató de la clásica respuesta de corte ortodoxo a la situación de déficit en las cuentas externas que arrastra la economía desde el año 2011, a fin de frenar la insostenible sangría de las reservas. Al mismo tiempo, el gobierno acentuó las restricciones a las importaciones, lo cual incide negativamente sobre la actividad industrial -muy dependiente de insumos importados- a la vez que mantiene el “cepo” cambiario (con alguna flexibilización). De ese modo, el recorte en las importaciones se ha convertido en el principal mecanismo de ajuste del déficit en las cuentas externas, en un primer momento vía fuertes restricciones y posteriormente también asociado a la recesión.

En este marco, no se vislumbra una recuperación de la actividad en la medida que no se genere un flujo de divisas suficiente para financiar el aumento en las importaciones que requiere el país para crecer, dado el desarrollo industrial deformado y dependiente de la economía argentina; ingreso de divisas que debe ser adicional al requerido para cancelar los vencimientos de deuda -los cuales han sido prioridad de este gobierno- y financiar los restantes rubros deficitarios de la balanza de pagos.

Las exportaciones, que exhiben una fuerte tendencia declinante desde hace tres años, parecen condenadas a sufrir una nueva disminución en 2015, debido a los problemas que suman en el frente externo la fuerte baja del precio de la soja y el crecimiento débil que exhibe Brasil. Esto contribuye a agregar incertidumbre al escenario para el próximo año, en el cual el país debe enfrentar vencimientos de deuda en moneda extranjera por unos 12.000 millones de dólares.

Mientras intenta ganar tiempo con políticas recesivas, que descargan el ajuste sobre amplios sectores populares, la salida elegida por el gobierno ha sido la búsqueda de financiamiento externo que le permita liberar importaciones y moderar el ajuste. Para ello inició una serie de gestiones (arreglos en el CIADI, pago a Repsol, acuerdo con el Club de París) que apuntaban al retorno a los mercados de deuda, estrategia que se complicó a partir del default parcial generado por el conflicto con los fondos buitres; y que de momento restringe el ingreso de divisas por la cuenta financiera a fuentes alternativas (swap de monedas con China, inversiones en áreas petroleras asociadas a grandes ventajas contractuales).

No obstante, incluso en un (hoy poco probable) escenario de arreglo con los fondos buitres a partir de enero, difícilmente se obtenga el inmediato flujo de dólares necesario para reactivar la economía el próximo año. Por otra parte, semejante acuerdo distaría de ser positivo: no sólo no está orientada a resolver los problemas estructurales de la economía argentina que la precipitan a la presente crisis, sino que además sumaría una pesada hipoteca que los agravaría en el mediano plazo.

Cabe destacar que sobre el cierre de este informe el gobierno ofrecía la opción voluntaria de pago anticipado, con quita, del BODEN 2015 (principal vencimiento en dólares del año próximo), o el canje por otro bono más largo (Bonar 2024). Al mismo tiempo, anunció una emisión de deuda adicional por U$S 3.000 millones del Bonar 2024, una elevada tasa del 8,75% en dólares (9,2% considerando el precio al cual sale a la oferta), que duplica a la pagada por países vecinos.

En suma, ante la sostenida caída de las exportaciones y la dificultad para obtener financiamiento externo, el gobierno está llevando adelante un programa de ajuste que apunta a reducir el consumo interno (vía caída del salario real) como forma de moderar el déficit externo, contribuyendo a profundizar la recesión. A la vez, mediante concesiones a los mercados financieros internacionales, busca ampliar la colocación de deuda en ellos para intentar atenuar el cuadro recesivo durante el próximo año electoral