RESUMEN EJECUTIVO - III TRIMESTRE 2016



La primavera pasó sin “brotes verdes” en la economía, contrariamente a lo pronosticado desde el gobierno. La actividad económica continuó en retroceso durante el tercer trimestre, prolongándose así la aguda fase recesiva que atraviesa la economía desde fines de 2015. El Indicador Sintético de Actividad GERES (ISAG) registró una caída del -4,1% interanual y del -0,4% con relación al segundo trimestre, acumulando una disminución del -3,0% en enero-septiembre respecto de igual período del año pasado. Por su parte, el INDEC computó un descenso del PIB del -3,8% y del -0,9% respectivamente, con un retroceso interanual del -2,4% en el acumulado a septiembre.

La actividad industrial volvió a acusar una fuerte disminución en términos interanuales, siendo generalizada -con desigual intensidad- en todas las ramas, y liderada por el desplome de la producción siderúrgica. La producción automotriz continuó sin encontrar un piso, luego de más de tres años consecutivos de caída, lo cual ha llevado a que el volumen acumulado en los últimos 12 meses (a septiembre) sea el más bajo desde mediados de 2007. La construcción, uno de los sectores más golpeados este año, mostró nuevamente un drástico descenso en la comparación interanual.

Por el lado de la demanda, el consumo privado permaneció en caída, según reflejaron todos los indicadores relevados (supermercados, centros de compras y comercios minoristas). En tanto, la inversión bruta interna fija registró un nuevo descenso, afectada por el desempeño negativo del rubro construcción. Considerando soló la relacionada con el equipo durable de producción, se verificó una suba discreta en términos interanuales y una baja respecto del trimestre previo -en el que había observado cierto repunte- dando cuenta de la debilidad en la que persiste dicho indicador.

Asimismo, los datos disponibles para el mes de octubre ratifican la persistencia de la recesión, nuevamente con fuertes caídas en la industria, la construcción y el consumo. Si bien el oficialismo y aquellos economistas que pronosticaban una pronta recuperación se muestran ahora desconcertados debido a que el consumo no repunta y la recesión dura más de lo que estimaban, lo cierto es que era muy difícil esperar otra cosa, teniendo en cuenta el tamaño del ajuste perpetrado sobre el poder de compra del grueso de la población.

La inflación acumuló en 12 meses (a septiembre) un 42,6%, pulverizando el valor real de la mayor parte de los ingresos. En particular, en el trimestre bajo análisis el salario real se redujo un -11,0%, las jubilaciones hicieron lo propio un -7,7% y las asignaciones familiares un -14,0%, en comparación con igual lapso de 2015. Esta evolución a su vez está en la base del catastrófico dato obtenido para la Tasa de Argentinos Desesperados por el Desempleo (TADD) computada por GERES: un 34% de la PEA está desocupada absolutamente, infraocupada o tiene ocupaciones por salarios ínfimos (ver apartado de empleo y salarios para más detalle).

En este contexto recesivo, se acentuó el déficit de las cuentas públicas. Por el lado de los ingresos, la caída de la actividad económica y la reducción de los derechos de exportación siguieron impactando negativamente en la recaudación impositiva (+24%), que crece muy por debajo de la inflación. En simultáneo, se aceleró la ejecución del gasto primario (+35%), impulsado por mayores transferencias corrientes (+57%). Este diferencial entre el crecimiento de ingresos y gastos dificulta el cumplimiento del Programa Fiscal 2016-2019 anunciado en enero de este año. En ese sentido, el propio gobierno elevó la previsión de déficit primario de 3,3% al 4,2% del PBI para 2017, mientras que para este año lo estima en 4,8%. Por su parte, el déficit financiero del Sector Público Nacional cerraría 2016 por encima del 7% del PIB, siendo financiando crecientemente con endeudamiento.

Por otro lado, el BCRA dispuso otro escalonado descenso de la tasa de interés oficial en el transcurso del tercer trimestre, aprovechando la baja de la tasa de inflación mensual, para intentar contribuir a la demorada reactivación, de cara a las elecciones de medio término en 2017. No obstante, el endeudamiento en dólares por parte del Tesoro -que ingresan a las arcas del BCRA a cambio de pesos- y la monetización parcial del déficit fiscal desviaron la hoja de ruta original del ente monetario, dado que las LEBAC -emitidas en volúmenes alarmantes- no logran contrarrestar la expansión monetaria de dichas operaciones con el Sector Público.

En suma, la economía argentina continúa sumida en una aguda recesión, que se ha expresado con especial énfasis en la evolución del consumo privado, la industria y la construcción, mientras que la inversión -la apuesta explícita del gobierno- no muestra signos relevantes de mejora. Peor aún, el presente ciclo recesivo se ubica en un contexto más amplio de estancamiento económico prolongado -con fases de caída y posteriores repuntes transitorios- que subsiste desde 2011. Situación aún más crítica es la de la producción industrial, que muestra una clara tendencia declinante desde entonces, habiéndose retrotraído actualmente hasta niveles similares a los que registraba en 2009, en pleno auge de la crisis económica mundial.

En el frente externo, la aguda recesión que atraviesa Brasil impacta negativamente en las exportaciones industriales de nuestro país, con principal centro en el sector automotriz, a la vez que el panorama para el año próximo no contempla una recuperación significativa del vecino país, lo cual implicará una tracción poco relevante para declinante la industria local. Por otra parte, el triunfo de Trump en EEUU ha generado en lo inmediato una suba de las tasas de interés de los Bonos del Tesoro estadounidense y la devaluación de la mayoría de las monedas en el mundo frente al dólar, entre ellas de nuestra región. Por consiguiente, el encarecimiento del financiamiento externo generará costos adicionales a la hora de solventar el enorme agujero fiscal y el déficit externo. Asimismo, la creciente apreciación cambiaria, que se intensificaría en 2017, incrementa los reclamos de distintos sectores de la industria, que abogan por un dólar más “competitivo”.

De verificarse un crecimiento de la economía en 2017, el mismo dependerá sustancialmente de una reactivación de la inversión pública y de alguna mejora del salario real que incentive el consumo, y por tanto -de acuerdo al rumbo de política económica seguido por el gobierno- estará sujeto al ingreso de capitales y más endeudamiento para financiarlos, en el marco de un gigantesco agujero fiscal y déficit de la cuenta corriente. En ese sentido, la necesidad de financiamiento dependerá de la magnitud que adquiera finalmente el blanqueo de capitales, como sostén parcial de ambos déficits. También incidirá en la marcha de la actividad lo que aporte la próxima cosecha, prevista con subas en maíz, trigo y girasol. Si se materializa el escenario descripto, se tratará solamente de un repunte respecto de un 2016 marcadamente recesivo, atravesado por un fuerte ajuste, y no de un crecimiento genuino, que tampoco encuentra fundamentos para sostenerse en el tiempo, en medio de un contexto mundial más desfavorable que el registrado en los últimos años.