RESUMEN EJECUTIVO - IV TRIMESTRE 2015


Sobre el fin de un ciclo político

El segundo mandato de Cristina finalizó con la actividad económica estancada en los niveles que registraba a su inicio, hace cuatros años. La industria, por su parte, se situó por debajo del nivel que promedió en 2011; una evolución -admitida por el propio INDEC K- que resultaba abiertamente contradictoria con el relato industrialista del saliente gobierno.

La tasa de desempleo, según estimaciones de GERES, se elevaba al 9-10% de la PEA; bien por encima del 6% informado por el INDEC K, guarismo que obtiene a partir de un inverosímil comportamiento de la tasa de actividad. Según datos oficiales uno de cada tres trabajadores asalariados estaba no registrado –sin considerar la situación de los “trabajadores independientes”- habiéndose frenado toda mejora relevante desde fines de 2009. En este contexto de estancamiento y deterioro del mercado laboral, diversas fuentes calcularon la pobreza en un rango del 25% al 30% de la población hacia fines de 2015 (dato influido por la canasta de referencia que se tome).

La “herencia” en materia de cuentas públicas y externas es sumamente crítica. El resultado fiscal primario –antes de intereses- finalizó 2015 con un déficit estimado en 4,4% del PBI, mientras que el resultado financiero exhibió un rojo superior al 6,6%, ambos sin contabilizar las rentas de la propiedad como fuente de ingreso. El saldo comercial, que venía en franco deterioro en los últimos dos años, cerró el 2015 con un déficit de U$S -3.035 millones, ubicándose en terreno negativo por primera vez desde 1999. En particular, el saldo energético fue deficitario en U$S -4.614 millones, no siendo mayor por el derrumbe del precio del petróleo. El comercio exterior de servicios experimentó un déficit superior a los U$S 8 mil millones, dato idéntico al balance negativo del turismo. El pago neto de intereses en moneda extranjera (U$S 6.585 millones), particularmente del Sector Público, alcanzó un record anual para el periodo 2003-2015. Por consiguiente, la Cuenta corriente cambiaria experimentó un déficit aproximado de U$S -5.438 millones, en un contexto en que el giro de utilidades y dividendos apenas llegó al 7% de lo verificado en 2011.

El cuarto trimestre de 2015

En lo referido a la evolución durante el cuarto trimestre de 2015, se frenó el precario repunte que exhibía la economía desde fines de 2014. El indicador de actividad IGA registró una disminución del -0,4% con relación al trimestre previo, mientras que en la comparación anual se mantuvo en terreno positivo (aumento del 2,2%). De ese modo, la economía cerró el año con una suba promedio del 1,7%, alza que no alcanzó a compensar la recesión de 2014. La producción industrial intensificó su descenso en el cuarto trimestre, al registrar baja del -1,7% con relación al trimestre previo, según datos de Fiel. En el tope de las caídas estuvo nuevamente la producción automotriz, que se desplomó un -19,3% anual en dicho período (décimo trimestre negativo consecutivo), retrotrayéndose en el acumulado del año un hasta un volumen similar al observado en 2007 y un -34% por debajo del pico de 2011. En sentido contrario, la construcción tuvo un año muy dinámico según todos los indicadores y la molienda de soja tuvo un alza del +7,9% en el trimestre, alcanzando un récord histórico en 2015: 40,9 millones de toneladas (+7,9% interanual). En esto influye, por supuesto, el que el área ocupada por la oleaginosa llegó a sus máximos históricos (60% del total sembrado).

En cuanto a las operaciones con el sector externo en el cuarto trimestre, el Balance cambiario del BCRA registró un déficit por Cuenta corriente de U$S 5.438 millones, el segundo más elevado de la era “K”, explicado por los abultados pagos de intereses por parte del Sector público, el resultado negativo en las transacciones de servicios y de bienes. En lo que respecta a los servicios, el balance negativo del turismo experimentó un aumento del 61% anual, y continuó siendo la principal fuente de salida de divisas. El rubro turismo ha tenido un fuerte impacto sobre las cuentas externas en los últimos años, al acumular un rojo de U$S 28.354 millones entre 2011 y 2015. En el caso del comercio de bienes se observó una caída generalizada en el cobro de exportaciones, parcialmente compensada por menores pagos de importaciones. La crisis de Brasil y el descenso del precio de los conmodities aparecen como los principales factores que operan en el descenso de las exportaciones. Por su parte, la Cuenta capital y financiera exhibió un déficit de U$S 1.880 millones, producto principalmente de la compra bruta de billetes para atesoramiento (U$S 2.989 millones) y del pago del BODEN 2015 en el mes de octubre (U$S 5.700 millones). Sobre la base de éstos resultados, las reservas registraron una caída trimestral record en el periodo 2003-2015, situando su stock en un nivel mínimo entre 2006 y 2015.

La gestión kirchnerista dejó un BCRA sin reservas “propias”. Al 31 de diciembre las reservas declaradas se ubicaron en U$S 25.563 millones. Pero si se depuran los encajes de los depósitos en dólares, deudas de corto plazo (swap con China) y conceptos de carácter transitorio (deuda frenada por el conflicto con los fondos buitres, CEDIN, Letras del BCRA en dólares), el resultado se tornaba negativo (U$S -1.038 millones). Esto sin contar deudas con importadores, que el gobierno estimó en U$S 5.000 millones y que sólo en un 20% serán saldadas con un bono.

La situación de estancamiento prolongado de la economía argentina se encuentra estrechamente ligada al estrangulamiento de su sector externo, es decir, al insuficiente flujo de divisas por la vía exportadora para hacer frente simultáneamente a las importaciones, los pagos de deuda en moneda extranjera y demás requerimientos de divisas -derivando en una acelerada pérdida de reservas. La “restricción externa”, que encuentra sus causas estructurales en el desarrollo deformado y dependiente de la economía argentina, fue agravada durante el kirchnerismo (hecho difuminado por el ciclo de altos precios de las materias primas), precipitándose por la política de pago de deuda con reservas, la fuga de capitales y la irrupción del déficit comercial energético, aún en un contexto internacional que supo ser inéditamente favorable para nuestro país, y que comenzó a jugar en contra recién el año pasado.

Macri toma la posta del ajuste

Desde el 10 de diciembre de 2015 el nuevo gobierno anunció la eliminación del “cepo” y de esta manera allanó el terreno para la unificación del tipo de cambio (evitando un posible overshooting en el valor del dólar gracias –principalmente- al fuerte respaldo por parte de las cerealeras, bancos extranjeros, importadores e instituciones del mercado de valores -acuerdo por el pago de las inmensas operaciones del dólar a futuro). No obstante, la salida del cepo no fue gratuita. Fue acompañada de una megadevaluación del peso que generó un salto inflacionario. La política monetaria -como un péndulo- volvió consistir en un importante retiro de pesos del mercado y amplió el endeudamiento en dólares, en un marco de puja entre el tipo de cambio con “flotación administrada entre bandas” y las tasas de interés, en búsqueda de tranquilidad en el mercado de cambios a la espera de un plan fiscal y de una resolución del conflicto con los fondos buitres.

Las primeras medidas del gobierno macrista se han orientado en la línea del ajuste clásico -profundizando el rumbo de aquellas aplicadas en 2014- con una fuerte devaluación, suba de tarifas y de tasas de interés. Las primeras se tradujeron en un violento incremento de la inflación (4,7% en diciembre, 4% en enero, se baraja más del 5% en febrero –mes del tarifazo eléctrico), que relega al terreno de la fantasía voluntarista la previsión del 25% anual que postula el gobierno y a la vez hunde el poder de compra de asalariados, jubilados y perceptores de planes sociales. En esto repercute la especial intensidad que tienen los aumentos en los productos alimenticios básicos. La postrera –aunada a la baja en el consumo- refuerza el proceso recesivo, que tiene el efecto de incrementar el desempleo y con éste facilitar la firma de paritarias a la baja: al margen del impacto fiscal que tengan los numerosos despidos en el Estado, la señal más fuerte que parece darse es la de que el sector público, casi único creador de fuentes de trabajo hace años, se desentendería de ese rol. Por otro lado, se rebajan impuestos a los sectores productores de materias primas: se argumenta se incentiva a las exportaciones, pero el efecto sobre la producción de actividades rentísticas de una mejora en la rentabilidad es obviamente mínimo. Y siendo que lo principal, la cosecha de soja, ya está “jugada”. La viga maestra para el ingreso de dólares continúa dirigiéndose hacia donde se tiene puesta la mira desde hace un par de años, cuando se empezaron a arreglar “a tontas y a locas” (como califica Prat Gay mientras hace lo propio) los conflictos con el sector financiero internacional (CIADI, REPSOL, Club de París): el endeudamiento externo. “No hay plan B”, declara el gobierno. Mientras tanto, la devaluación y la recesión se profundizan…